Una idea de Alfredo Valdez Rodríguez

El tilde en la e
Luis A. Fleitas Coya
Abogado, escribano y Defensor Público. Ha escrito cuentos y relatos que han
recibido distintos premios, como su libro “La caza de la mulita y otros relatos”
(Editorial Amalio M. Fernández, 2016). Sus crónicas y artículos han aparecido
en semanarios del interior y Montevideo. Actualmente ha publicado “Doble
Crimen” Ed. Cuatroesquinas.
Qué fue lo primero que escribió? Sé exactamente cómo y cuando empecé a
escribir. Tendría nueve o diez años cuando un día sentado en mi cama repisa en la casa
donde nací en José Pedro Varela, con mi lapicera de tinta azul y atrás de unas hojas
impresas del banco en el cual trabajaba mi padre, escribí unos poemas que con total
candidez e ingenuidad escondí bajo los nombres de autores inexistentes y con fechas
falsas; me daba mucha vergüenza que alguien los encontrara, los leyera y pensara que
fueran míos. Entonces yo no lo sabía, pero inventar autores inexistentes a quien
atribuir las propias obras, es algo que han hecho desde Cervantes con Cide Hamete
Benengeli autor del Quijote, hasta Borges con Joseph Cartaphilus autor de su cuento El
inmortal, y por lo menos a mí me demuestra que ya desde el inicio yo practicaba
literatura pura y dura, creando e inventando, como debe ser. Escribí esos poemas con
una métrica y una rima completamente intuitiva, solo eran sentimientos que me brotó
escribir. Ya era un lector apasionado y fervoroso, y escribir me resultó lo más natural
del mundo, aunque no lo pudiera compartir con nadie, como no lo hice. Luego destruí
esos poemas, aunque aún conservo alguno de recuerdo. Recién mucho después, ya
grande, pude volver a leerlo, y lo raro es que aún me continuaba produciendo
vergüenza.
¿Quién fue su primer lector? Algún pobre amigo al que en la adolescencia en
Varela, lo castigué leyéndole y dándole a leer algunos poemas; aunque mi amigo me

escuchaba y me leía con atención porque él también era poeta y a su vez me leía y me
daba a leer los suyos.

¿Cuales fueron los primeros comentarios?  Siempre fui muy reticente a mostrar
lo que escribía salvo que lo tuviera ya acabado y pulido; afortunadamente nunca tuve
comentarios negativos. Uno de mis primeros cuentos lo envié a un concurso y resultó
premiado, leído por radio, y publicado.

¿Conserva algún rasgo de aquella escritura?  De mis épocas de poeta, un lirismo
del que debo resguardarme siempre. La poesía fue el género que practiqué durante toda
mi adolescencia, hasta que hacia mis veinte años me sobrevino una crisis muy grande,
sufrí una suerte de saturación y me harté de todo lo que había escrito hasta entonces.
Pude salir de mi saturación gracias a un autor al que agradeceré siempre, Ernest
Hemingway, y su prosa límpida y notablemente cincelada, especialmente en sus
cuentos y en París era una fiesta, que me deslumbró. Aprendí que la creación literaria
es un trabajo de elaboración a través de las palabras, a partir de la realidad, para la
creación de una realidad que existe en la literatura, no en el mundo real, valga el
pleonasmo. Y que ese mundo creado habla por sí mismo y contiene en sí mismo todo lo
necesario: no es necesario nada más, ni los calificativos superabundantes, ni los
adjetivos exorbitantes y grandilocuentes, y mucho menos las opiniones ni las
ingerencias del autor. Si uno logra describir el paisaje lo suficientemente bien, ese
paisaje nos habla, nos dice cosas por sí mismo; si los diálogos de los personajes tienen
la suficiente verosimilitud, no es necesario ningún análisis ni introspección psicológica,
ni ninguna cosa excesiva por el estilo. Me subyugó esa suerte de objetivismo que nos
habla al corazón, así como la famosa teoría del iceberg, de dejar oculta toda una parte
de la historia que no es necesario contar porque el lector puede intuirla y descubrirla
por sí mismo si el autor es lo suficientemente hábil como para sugerírsela. También que
escribir no solo es una vocación, sino que es una ocupación, profesión u oficio cuyos
resortes y mecanismos internos es necesario aprender y dominar, pues el escritor debe
poder responderse a sí mismo cuestiones tales como dónde, cuándo, por qué, de qué
modo, y para qué escribir.

¿Qué está leyendo en este momento? Un libro notable y muy recomendable:
Razones locas. El paso de Eduardo Mateo por la música uruguaya de Guilherme de
Alencar Pinto.
¿Qué autores tuvieron más importancia en su formación? Cuando me vine a
Montevideo a estudiar y tiré todo lo que había escrito hasta ese momento, entré en
crisis no solo con todo lo que había escrito, sino con la literatura en general. Había leído
como loco casi la totalidad de los autores del boom de la literatura latinoamericana,
toda la literatura moderna y de vanguardia, nacional y extranjera, que estuvo a mi
alcance, y de pronto no soportaba más el realismo mágico, ni a García Márquez, ni a
Cortazar, ni a Benedetti, ni a Onetti, ni a Neruda, ni a Sartre ni a Simone de Beauvoir,
etc. Tuve la fortuna de encontrarme con un autor como el ya citado Hemingway y
simultáneamente también leí a Dashiell Hammett, extraordinario escritor de la novela
negra norteamericana, con quién aprendí que aún el más puro objetivismo narrativo
puede contener también el más sutil lirismo, como pasa con esa novela maravillosa que
es El Halcón Maltés, que ha sido calificada con razón de cuento de hadas moderno, y
con La llave de cristal. Seguí con la literatura norteamericana, Francis Scott
Fitzgerald, Lilian Hellmann, Sherwood Anderson, más antiguos como Melville,
Hawthorne, Mark Twain, y un buen día aterricé en Faulkner, otro terremoto,
especialmente El sonido y la furia. También leí a J.D. Salinger, sus impresionantes
Nueve cuentos y El cazador en el centeno. En poesía descubrí a Pavese y a Ernesto
Cardenal, a Pasternak como poeta, y al gran poeta portugués Fernando Pessoa. Me
adentré en el conocimiento de la obra de Felisberto Hernández, que había leído como
autor raro o fantástico, pero que pude aquilatar en su real valor cuando leí los cuentos

de Nadie encendía las lámparas y los extraordinarios relatos largos Por los tiempos de
Clemente Colling y El caballo perdido. También por aquellos años empecé a leer Joyce,
autor para mí de indiscutida influencia, por la vastedad y multiplicidad del encare de la
escritura como expresión de la multiformidad de la vida, especialmente en su Ulises,
monumento a la creatividad y a la sensibilidad, que siempre vuelvo a leer. A todos los
que mencioné, agrego a Chéjov, Tolstoi, Gogol, Kipling, Raymond Carver, Cervantes
por su pasión por escribir que me resulta contagiosa, varios latinoamericanos como
Ciro Alegría, Vargas Llosa, Juan Rulfo, Jorge Amado, nuestro Horacio Quiroga, y una
nunca bien ponderada y menos aún reconocida obra maestra de la literatura uruguaya,
como lo es Ratos de padre de Julio C. Da Rosa. Ese libro enseña mucho, pues contiene
varias lecciones sobre cómo evocar la emoción y plasmarla, cómo hacer diálogos
efectivos, y en qué consiste la autenticidad de un narrador. Hay libros de aprendizaje, y
éste es uno; que los jóvenes aspirantes a buenos padres y a buenos escritores no se lo
pierdan. Por último, a haber visto y leído mucho teatro, le debo varias cosas, entre ellas,
mucho de lo que pude haber aprendido para escribir diálogos.
¿Tiene amigos escritores? ¿ quiénes son? Pocos pero bien montados como
Alfredo Escande, Luis Nieto, Hugo Burel, Juan Carlos Venturini.

¿Cuales son sus personajes de ficción favoritos?  Sin lugar a dudas, Bomba,
Sandokán, los Caballeros de la Mesa Redonda, Simón Templar (El Santo), Huckleberry
Finn, Rosendo Maqui de El mundo es ancho y ajeno, todos los personajes de Cien años
de soledad principalmente José Arcadio Buendía, Úrsula Iguarán, y Aureliano Buendía,
Santiago Nasar de Crónica de una muerte anunciada, el Coronel de El Coronel no tiene
quién le escriba, Vadinho, Tereza Batista, Ismael y el barco ballenero Pequod de Moby
Dick, Sam Spade de El halcón maltés, Benjamin Compson de El sonido y la furia, Nick
Carraway de El gran Gatsby, Holly Golightly de Desayuno en Tiffany’s de Truman
Capote, Holden Caulfield de El cazador en el centeno, Lolita, Stephen Dedalus y
Leopold Bloom de Ulises, Odiseo, el Lazarillo de Tormes, Alonso Quijano, Tartufo,
Madame Bovary, Anna Karenina y Levin de Ana Karenina, Iván Denisovich Shukhov
de Un día en la vida de Iván Denisovich, el anónimo e inquietante Torquator de
Torquator de Henry Trujillo, el peluquero Arístides Galán de Tijeras de Plata de Hugo
Burel, … y muchísimos más. Siempre hablo de ellos, como de conocidos míos de toda la
vida.

¿Qué frase literaria cita con frecuencia? No se puede ser verdaderamente feliz
hasta no haber leído buenos libros, de Hemingway.

¿Cuales son los rasgos salientes de su estilo? Abjuro de toda petulancia y
exhibicionismo, pues todo lo que un escritor pueda saber de literatura o de técnica
literaria, debe estar al servicio de la narración, como instrumento para que el relato
funcione, y no para que el autor se pavonee como un pavo real frente a los lectores.La
principal obligación del escritor es la autenticidad y la sinceridad. Para ello debe
servirse de toda su experiencia, almacenar los paisajes, la gente que conoció y que
conoce, las características de los lugares y de las cosas, los olores, las formas, los
colores, recordar las formas de hablar, los diálogos, las ideas que elaboró y que
aprendió, hasta que un buen día, de pronto, le sirven para contar lo que quiere contar.
Si al escribir logra incorporar todo eso, si logra recrear y trasmitir la emoción y los
sentimientos que lo que vivió le inspiró, entonces va muy bien encaminado en su tarea.
La autenticidad y la sinceridad que debe tener un escritor cuando escribe no tiene nada
que ver con el folclorismo ni con el naturalismo. No hay nada más auténtico que el
relato del ciencia ficción Encuentro nocturno de Ray Bradbury en Crónicas
Marcianas, cuando describe un encuentro en una noche marciana entre un terrícola y
un marciano de una civilización desaparecida, porque el autor supo poner en ese
diálogo increíble, sus ideas, sus convicciones, su angustia frente al tiempo y su devenir,

y su vuelo poético, porque la buena prosa tiene una relación íntima y a veces
inescrutable con la poesía.Es lo que modestamente intento hacer cuando escribo.
¿Cuál es la opinión sobre su literatura que más le molestó? Alguna opinión
que confunde las complejidades de la creación literaria con anécdotas pueblerinas.
Escribir ficción es un acto de creación pura. Y como todo acto de creación, escribir no
es transcribir la realidad, sino enfrentarse a una realidad diferente, que tiene contactos
con la realidad que nos rodea, pero de manera extraña, distorsionada, mejor o peor,
más bella o más trágica; siempre es una realidad diferente y es extraordinario su
abordaje pues es una realidad que solo depende de su creador. El pueblo del que hablan
algunas de mis narraciones es un pueblo de ficción que solo existe en las historias
donde está descripto, más allá de los puntos de contactos y de inspiración en el pueblo
en el que nací.
¿Cómo escribe, lápiz, computadora, máquina, etc? En el proceso de creación
suelo ir tomando notas con lápiz o lapicera en cuadernos, libretas o en hojas sueltas.
Pero la redacción siempre la hago en la computadora, herramienta formidable e
imbatible que permite ir para atrás o para adelante en el texto, corregir, retocar, cortar,
copiar, pegar, sin límites; desde que apareció, superó todo lo demás.

¿Qué condiciones necesita para escribir? Un estado que es imposible describir
con palabras cuando una idea o una emoción o un sentimiento se apoderan del escritor,
y lo impulsan a crear algo que es nuevo y distinto. Es un estado psíquico maravilloso,
en el que parecería que la endorfina está funcionando a pleno, y en el que de pronto
todos los astros se alinean, las frases brotan, y todo el rompecabezas de lo que se está
creando -y que uno no sabe exactamente lo que es o cómo va a terminar, o qué
meandros tomará-, va tomando forma vertiginosamente ante nuestros ojos atónitos.
¿Cuales son las etapas del trabajo hasta llegar al texto definitivo?  El proceso
creativo a veces surge a raíz de una visión instantánea que nos asalta, que Joyce
denominaba como epifanías; pero muchas veces es por una gradual acumulación de
variantes que se producen dentro de nuestra imaginación y que no sabemos a ciencia
cierta exactamente a dónde nos conducirá por más planificaciones que hayamos hecho.
Lo mejor de lo que escribimos es sin duda lo que nos surge fuera de todo programa, y
que si sorprende a los lectores es porque sorprendió antes que nada al propio autor.
Por lo general voy armando el texto por zonas o por partes, puede ser el final o un
diálogo, o una escena crucial; difícilmente escriba hilvanando el relato ordenadamente
de principio a fin; por el contrario, utilizo mucho la técnica del montaje, propia del cine.
Le doy enorme importancia al inicio y al final, realizando versiones y comparándolas
milimétricamente, hasta conseguir algo que quede potable y me satisfaga.
Cuando leí el libro de Geoff Emerick, el ingeniero de sonidos de Los Beatles, El sonido
de Los Beatles, descubrí que ellos trabajaban de manera muy similar, y me quedé loco
de la vida. Así se crea el arte, no de manera ordenada y lineal, sino de manera
desordenada y fragmentaria, ensayando, probando, reelaborando, volviendo a adelante
y atrás; de esa masa caótica, emerge el producto final, el relato, la canción, el poema.
¿Qué está escribiendo en este momento? Siempre prefiero no hablar de lo que
estoy escribiendo, no sea que me pase lo de Truman Capote, que después que escribió A
sangre fría se pasó el resto de su vida hablando de cosas que estaba escribiendo pero
que nunca concretó.

¿Qué medios lee, que programas escucha, cuáles ve?  Brecha, Semanario
Arequita, El País Cultural, Granizo.uy, en radio programas de música clásica, en FM
canto popular, por las mañanas el programa en Radio Oriental de Alfonso Lesa y
Mauricio Almada, los sábados de mañana en El Espectador el excelente programa de
Fernando Medina, Oir con los ojos. En TV, Después vemos y Músicos en Vivo, Ahora

caigo, noticieros de la noche, y en el cable, fútbol en directo. En Youtube toda la música
que pueda ver y escuchar.

¿Quién merece un monumento en este país?  No quién sino qué: el plebiscito del
30 de noviembre de 1980 en el que un pueblo sojuzgado, censurado, sin libertades, y
sin posibilidad de expresarse, en silencio y con toda humildad fue a las urnas y le dijo
NO al proyecto constitucional de la dictadura que contaba con toda la parafernalia
masiva de la publicidad oficial (única permitida) y de la prensa oficialista. Un acto
heroico, al mismo nivel de las grandes gestas nacionales, al punto que en la misma
época el pueblo chileno le dio el SI a la Constitución de Pinochet. Lamentablemente es
muy poco recordado, cuando merecería ser fecha patria y además que se le dedicara un
gran monumento conmemorativo, para que las futuras generaciones tuvieran siempre
presente que un pueblo con dignidad y conciencia democrática supo oponerse a una
dictadura con la más poderosa de las armas: el voto.
¿Cuál es el rasgo principal del ser oriental? Por lo menos yo reconozco a mis
compatriotas en la sencillez, el respeto, la solidaridad.
¿Cuál es la frase que hubiese deseado crearla Ud? Sean los orientales tan
ilustrados como valientes.

¿En qué época le hubiera gustado vivir? Hoy. La existencia es algo extraordinario
que debemos valorar todos y cada uno de los días de nuestras vidas. Pensemos
simplemente en que no teníamos conciencia de nada antes de nacer y que tampoco
tendremos conciencia de nada después de morir.

¿Cuál es su chiste predilecto?  Aquel que define la nada como un cuchillo sin hoja
al que le sacaron el mango.

¿Cuál es su música predilecta? Beatles, rock and roll, canto popular y toda la
música uruguaya, bossa nova, Bach, Chopin, Beethoven, Schubert, Vivaldi, los
compositores para guitarra como Sor, Villa-Lobos, Carlevaro, Brower.

¿En qué ocupa su ocio?  Lectura, música, guitarra, teatro, cine, fútbol, caminatas.
¿Qué película vió varias veces?  2001 Odisea en el espacio.
¿De qué vive?  De mis profesiones como abogado y escribano, y de mi cargo como
Defensor Público del Trabajo.
¿Qué relación tiene con el dinero? De tolerancia y respeto recíproco: hay que
trabajar para conseguirlo, pues es lo que nos permite tener las condiciones materiales
para vivir; pero nada más que eso.

¿Cómo imagina su momento perfecto? Vacaciones, poco viento, pocas nubes,
cielo azul, en Playa Grande al lado de Punta del Diablo, en El Desplayado en La
Pedrera, o en Praia Do Rosa 80 kilómetros antes de llegar a Florianópolis; mate en
mano, chinelas bajo el brazo, sombrero, lentes, y a caminar.
¿Qué le produce más vergüenza? Algunos actos de la infancia y adolescencia que
ya no puedo corregir.
¿A qué le teme?A que cunda el ejemplo de Bolsonaro.
¿De qué se arrepiente?   De pocas cosas pero importantes.
¿A quién desprecia?  Tengo especial tirria por los soberbios, los pedantes y los
infatuados.

¿Qué detesta por encima de todo? La violencia.
¿Para qué sirve un escritor? Pese a que cada vez se lee menos, la lectura es lo que
nos convierte en seres mejores y más enriquecidos. Los libros tienen la triple finalidad
de entretener, enseñar y emocionar. Para eso es para lo que sirve un escritor.
Pero la memoria no tiene memoria. Ni metáfora. Se mueve como quiere. CW

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