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El estilo Nothomb. Primera sangre de Amélie Nothomb, Editorial Anagrama, 2023.

El estilo Nothomb

Primera Sangre, Amélie Nothomb, Anagrama, 2023

Luis A. Fleitas Coya

La Chacrita, febrero de 2024

Hay que respetar a Amélie Nothomb. Se lo gana con buen pulso, escribiendo.

Esta escritora de habla francesa -por más que haya nacido en 1967 en Japón donde su padre era embajador belga- ha sido tachada de demasiado escueta, de escaso desarrollo de las historias, de que las termina cuando comienzan a tomar vuelo para ponerse a escribir otro libro como una suerte de escritora serial de novelas. Más, como siempre, hay que tener presente que por lo general lo que reseñistas y  comentaristas de libros exigen de los escritores es lo que esos críticos desearían que fuera un arte, el de escribir, que ellos no practican.  No es que la crítica no tenga valor pero… Lo mejor y más sano es valorar a un escritor por su obra, y por cierto, Primera sangre, premio Renaudot 2021, es un libro que se defiende por sí mismo.

Sin dudas, la escritura de Nothomb es frugal, pero esa escritura tiene el encanto de la brevedad y de la síntesis cuando es precisa y exacta como es el caso. Y si además la escritora la adereza con dosis de humor y de ironía de una puntería milimétrica, el encanto es doble. Lo importante no es lo avara que es esta prosa, sino que sea un estilo realizado con total premeditación por parte de la autora. Amélie Nothomb escribe así porque quiere y eso no es un defecto sino un mérito.  Contrariamente a lo que afirman sus críticos, la parquedad en el arte de escribir es un método difícil, que implica desarrollar con tenacidad un verdadero ejercicio de autolimitación, contención y  uso de poderosas tijeras para podar todo lo que no se quiere, lo redundante y accesorio que entorpezca el desarrollo y el fin buscado.  Kipling señala en sus memorias literarias Algo de mí mismo,  que escribía sus relatos con un frasco de tinta china al lado para tachar todo lo superfluo de forma tal que tornara ilegible lo eliminado y no pudiera ya  ser vuelto a utilizar.  Amélie Nothomb extrema el método a fondo y lo admirable es que ese método le permite transformar lo que podría haber sido una larga saga o historia familiar de varias generaciones, en una novela breve y vertiginosa en la que los hechos se suceden sin tregua.

Efectivamente lo que Primera sangre cuenta es la historia del padre de la autora, Patrick Nothomb, así como de sus padres y abuelos, pero no de manera biográfica sino como verdadera novela, presentando y narrando hechos y personajes cual frutos de la imaginación, y con la novedosa particularidad de que el punto de vista narrativo es el del propio Patrick Nothomb en primera persona.  Afortunadamente no sabemos qué tan fidedignamente biográfico  o cuánto hay de imaginación en lo que se cuenta, porque ello contribuye a que leamos la historia con el placer de una trepidante ficción,  sin el sopor de memorias, recuerdos o evocaciones familiares.

El recurso del episodio desencadenante de la novela es bien conocido. En las primeras páginas Patrick, el personaje-narrador, enfrenta a sus 28 años, un pelotón de fusilamiento, y a partir de ahí revive su vida en retrospectiva. Este mecanismo narrativo tiene ilustres antecedentes, uno de los más perfectos, el cuento El puente sobre el Río Buho de Ambrose Bierce, sobre un soldado durante la guerra civil norteamericana a punto ser ahorcado en el puente del título, otro, el relato Las nieves del Kilimanjaro de Ernest Hemingway en el que el personaje de un escritor afectado por una gangrena en su pie en medio de la sabana africana a la espera de una avioneta que ha de venir a rescatarlo, evoca magistralmente sus claudicaciones como persona y como escritor,  y por supuesto, Cien años de soledad de García Márquez con la iniciática y memorable frase sobre el coronel Aureliano Buendía recordando, cuando lo iban a fusilar, la tarde en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Pero no por conocido y utilizado el instrumento narrativo es menos eficaz, y lo cierto es que despierta el interés hasta las páginas finales: ¿Patrick Nothomb murió fusilado?

En el ínterin, Patrick –en realidad, su hija, Amélie- ha contado con sagacidad y humor, su peculiarísima relación con su madre distinguida, hermosa y distante, y con el personaje exótico de su abuelo Pierre Nothomb, poeta y aristócrata decadente  y su familia casi en la miseria en un castillo en ruinas en los bosques de las Ardenas. Los pequeños hijos de ese abuelo paterno, tíos de Patrick –cuyo padre era el hermano mayor-, hambrientos y en harapos, padecen y a su vez le hacen sufrir a Patrick las mayores crueldades, pero Patrick en sus vacaciones encuentra en ese medio casi salvaje, de un frío atroz en medio de la nieve, una suerte de edén de emociones y aprendizajes al cual paradójicamente siempre va a querer volver, dejando atrás la comodidad y el confort en el que lo crían sus abuelos maternos en Bruselas.  Es entrañable el pasaje del regreso en tren a Bruselas en el que a sus seis años y medio Patrick asume el casi imposible desafío de leer  poesía, descubriendo para siempre a Rimbaud  gracias a un libro usado que le ha regalado su abuela paterna al partir del desvencijado castillo. 

De similar forma se narra la adolescencia, la amistad, el contacto con las jóvenes, y el problema del desvanecimiento ante la vista de la sangre, hasta llegar a un vodevilesco enredo epistolar y al amor, así como al inicio de los estudios de la carrera diplomática.

Es inocultable que en la parte final hay un cierto desdén e incomprensión imperial del Patrick diplomático ante el movimiento revolucionario de liberación nacional en el Congo belga, pero el suceso del secuestro masivo de 1964 en Stanleyville es tan auténticamente dramático y está tan bien contado, que la lectura se mantiene con suma tensión e interés hasta el final.

¿Es esta novela una carta de amor de Amélie Nothomb a su padre, tal como se la promociona? Definitivamente no, por lo menos en su contenido literal;   la autora no lo expresa así en ningún momento.  En una muestra de lo mejor de su estilo, y fiel a él, recién en las últimas líneas hay una alusión a un posible tercer hijo/hija de Patrick, y solo allí veladamente y de manera muy indirecta parece advertirse la fugaz aparición en escena de la propia Amélie.  Una verdadera estocada final dirigida al corazón del lector, que dice mucho más que cualquier declaración explícita.

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